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Un Dios de propósito global - Parte I


Génesis 12:1-3


El Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. 2 »Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. 3 Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!»


Según el maestro y pastor John Stott estos son, quizás, los versículos más unificadores de toda la Biblia, ya que delinea bien el propósito eterno y global de Dios.


Los capítulos anteriores a este pasaje (caps. 1-11) hablan de la creación buena y perfecta del Señor, hasta que se nos presenta el problema de toda la humanidad, la entrada del pecado y la muerte, y el progreso creciente de la depravación humana y de la lejanía de Dios.


Luego los capítulos que siguen a este pasaje (13-50) más el resto de la Biblia, nos enseñan el cumplimiento de la promesa del Señor realizada a Abraham. Así que, este pasaje nos permite vislumbrar el propósito de Dios y empezar a entender su corazón y, además nos permite ver nuestro papel como cristianos en el cumplimiento de este plan.


Promesa.


Primeramente, debemos explorar este propósito del Señor. Según lo que el pasaje nos dice, hay una promesa que Dios realiza a Abraham, y se ven varios elementos en ella que son importantes de tener en cuenta, ya que estos se repiten en toda la Biblia:


a) Una tierra: Dios le ordena a Abraham salir de la casa de su padre para entregarle una tierra, y en Génesis 13:14-15 le dice que está tierra será todo el terreno que alcance su vista. Más adelante se habla de esta tierra como un lugar bendecido y lleno de riquezas. En esta tierra el pueblo viviría en paz y con la abundancia del favor de Dios.


b) Una gran nación: A partir de Abraham el Señor sacaría un pueblo tan numeroso como las estrellas del cielo, este sería el pueblo de Dios, sus hijos. (Gn. 15:5-6).


c) Bendición para todas las familias: lo tercero en esta promesa, es la bendición para todas las familias de la tierra a través de Abraham y su descendencia. Primeramente, en esa tierra bendecida, en presencia de Dios, pero también se entiende esta bendición de manera más fundamental, como la justificación por la fe de la que los escritores del Nuevo Testamento relatan, la salvación que Cristo traería a todos lo que creerían en Él y se unieran con Abraham en su fe.


Cumplimiento


Este propósito divino, esta gloriosa promesa tiene su cumplimiento de manera progresiva:


  1. Pasado: Stott 1979 dice que “La promesa del Señor tuvo un cumplimiento inmediato en los descendientes físicos de Abraham, el pueblo de Israel”. Israel realmente se convirtió en un pueblo numeroso, “...que es imposible contarlo”(1 Reyes 3:8), también heredaron la tierra prometida en donde el pueblo se estableció y fue bendecido por Dios grandemente. Tuvieron sus épocas gloriosas, alcanzando su cúspide en los reinados de David y Salomón, donde acumularon riqueza y sometieron a sus enemigos. Vivían en paz.


Sin embargo, por la desobediencia de la nación, el Señor trajo juicio y destrucción. Él trajo disciplina, aunque siempre con una nota de esperanza que traía fe y firmeza en sus corazones. Esta esperanza era ese pacto que el Señor hizo, en donde se hace responsable de poner su ley en sus mentes y escribirlas en sus corazones (Jer. 31:33).


  1. Presente: Esto nos trae al cumplimiento intermedio de esta promesa, que tiene que ver con el evangelio de Cristo y su Iglesia, algo pertinente y palpable para nosotros hoy. En el Nuevo Testamento vemos nuevamente a la descendencia de Abraham, esta vez ya no física, sino espiritual, aquellos que responden igual que él en arrepentimiento y fe en Jesús (Gn. 15:6; Gál. 3:7).


Ahora, en este tiempo presente, con la obra consumada de Jesús, el pueblo de Dios no son solamente los judíos, sino que incluye también a los gentiles (Efesios 3:6), o sea, toda persona en todo lugar, de toda lengua, cultura, nación, etnia.


En cuanto a la tierra que heredará el pueblo de Dios, el apóstol Pablo nos habla de una realidad que pasamos por alto muchas veces, y es que somos coherederos con Cristo de todo el universo (Ro. 8:17; 1 Cor. 3:21-23).


En Hebreos 3-4, el autor nos habla de un reposo al que Israel entró en la tierra prometida, pero habla también de otro tipo de reposo, aún mayor que ese, al que entramos todos los creyentes, y es al reposo que encontramos en la salvación de Cristo y que podremos disfrutar plenamente cuando Él vuelva. Y así también, tenemos una bendición mayor que podemos ver en la salvación que proviene de Jesús.


Pablo habla de esto en Gálatas 3:7-9, y explica la bendición prometida a Abraham para todas las familias de la tierra. El apóstol habla que este anuncio de Dios a Abraham (Gn 12:1-3; 15:6) es el mensaje del evangelio anunciado en el Antiguo Testamento y que tendría su cumplimiento con Jesús.


Considerando primero nuestra condición caída, de pecado y maldición a causa de no poder cumplir las demandas de la ley, este evangelio habla de cómo Cristo mismo llevó nuestra maldición en la cruz y nos rescató, para que por medio de Él podamos recibir esa bendición prometida a Abraham y que por la fe recibiéramos a su Espíritu Santo morando en nosotros.


Es bueno hacer un alto en este punto y meditar en la gran obra del Señor.


Hasta ahora el cumplimiento de su plan ha sido perfecto, sin ninguna falla ni atraso, el Señor aun bendice hoy con esta salvación, con este rescate a muchas personas, y lo hace a través de su Iglesia, la cual Él limpió con su sangre y sobre la cual derramó dones y poder para testificar.


Estamos inmersos en este cumplimiento intermedio del plan del Señor, y nos toca a nosotros rogar a Dios para conocer su propósito específico en nuestra vida, esa tarea especial para cada uno de manera individual y como iglesia. Aún falta un cumplimiento futuro que no podemos ver, pero que se empieza a vislumbrar. ¡Que el Señor nos guíe y su Espíritu Santo nos llene de su poder y sabiduría!


Oración: Padre amado, llévame a entender aún más esta bendición y el progreso de tu plan redentor en toda tu creación. Háblame y prepárame para la obra de servicio que ya tenías planeada de antemano, en el nombre de tu amado Hijo Jesús, amén.



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